"Hay un viejo proverbio que dice: "No concuerda que un hombre ore a nivel de oro, y viva a nivel de estaño". Ahora nos confrontamos al peligro de que muchos oran a nivel de estaño, y su vida no alcanza ni siquiera ese nivel. Nuestros impulsos naturales surgen a la superficie en momentos de peligro, de gran responsabilidad, profunda ansiedad, abrumante dolor, o cuando la vida nos sacude fuera de la rutina y de viejas complacencias. Si nos dejamos llevar por ellos, nos harán humildes, nos ablandarán, y nos encaminarán hacia la oración respetuosa. Si la oración es solamente un grito de angustia en una hora de crisis, entonces es totalmente egoísta, y llegamos a considerar a Dios como un mecánico o una agencia de servicio, que nos ayuda sólo en caso de emergencia. Debemos recordar al Altísimo día y noche-siempre-no sólo en la hora en que todo recurso humano ha fallado y desesperadamente necesitamos su ayuda. Si hay algún elemento en la vida humana sobre el cual tenemos un registro de éxito milagroso y valor inestimable al alma del hombre, es la faceta de la comunicación reverente, devota y piadosa con nuestro Padre Celestial."
(Pte. Howard W. Hunter, Liahona febrero 1978, pág.71)